En defensa de la vida, sin Pedir Disculpas
Introducción
Todo cristiano evangélico, ubicado en
alguna parte del espectro denominacional, tiene ciertos “no negociables” a
pesar de la intensidad de las disputas doctrinales con sus demás hermanos. La defensa de la vida ha sido uno de estos no
negociables. De mucho lamentar es que
existan personas, grupos y organizaciones que busquen ser identificados como
parte del evangelicalismo y al mismo tiempo cuestionen si la defensa de la vida
es realmente un asunto fundamental. El
presente escrito expone un argumento para la clara separación de toda aquella
ideología que no defienda la vida y también presenta algunos de los deberes del
cristiano evangélico en un llamado a la acción.
Separándonos, sin
Pedir Disculpas
Sin pedir disculpas, todo creyente en el evangelio de
Jesucristo se separa contundentemente de todo aquel sistema de pensamiento que
no reconozca a Jesús como el dador de la vida.
Hemos de entender que la distinción es totalmente clara (y hasta cierto
punto sencilla) cuando un sistema de creencias no solo ataca al pensamiento
cristiano por su ortodoxia y ortopraxis, sino también porque este ataque
proviene de una fuente sin base moral y epistemológica suficiente (e.g., el mal
llamado ateísmo). Como diría el gran
apologista reformado Greg L. Bahnsen
“el ateo no puede proveer una base para absolutos
morales. Esta no es solo una manera de demostrar que los ateos deben permitir
la perversión sexual, el aborto, el asesinato y todo lo demás...¿Dónde están
los pesos y contrapesos cuando los absolutos morales no pueden ser justificados
en un cosmos compuesto solo de materia en movimiento, dados los presupuestos
operativos de la cosmovisión atea?” [1]
Aunque muchos de mis hermanos pastores tomen una
metodología diferente para llegar a esta conclusión, no es debido a que “las
evidencias están a nuestro favor” que defendemos la vida, es porque el Dios de
la Biblia es Señor de la vida y por lo tanto todo aquel pensamiento que se
levanta en contra de su señorío se convierte en un imposible moral y
epistemológico (2 Cor 10:4-5). Decimos
“un imposible moral y epistemológico” ya que esta es una de las cosas que la fe
cristiana provoca en el mundo, y obviamente este es uno de los resultados que
el autor de la fe cristiana provoca en el mundo. Cuando creemos y proclamamos a Jesucristo
como Señor, amo y dueño absoluto, lo hacemos sobre “todas las cosas, las que
hay en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles...” (Col 1:16) por lo
tanto esto deja sin escape al ser humano.
Aunque el hombre se rebele creyendo que tiene una opción diferente a la
que Jesucristo demanda, podemos tener la certeza en que ese acto de rebeldía
¡no quedará impune! Pueda que esquive la justicia humana, pero jamás la
justicia divina, demostrándose entonces la imposibilidad moral de algún tipo de
justificación abortista. Si “Dios mismo,
por naturaleza, es el árbitro de la vida y de la muerte” [2] entonces no existe
argumento contrario a su sentencia, dejando al hombre imposibilitado para
racionalizar algún tipo de oposición, he aquí el imposible epistemológico. Estas presuposiciones a partir de las cuales
argumentamos como cristianos evangélicos, dejan sin efecto alguno protestas
enfurecidas como la que sigue:
“Por supuesto, la posición de la Iglesia sobre el aborto
no toma en cuenta los detalles de la biología por sobre el sufrimiento humano.
Se ha estimado que el 50 por ciento de todas las concepciones humanas terminan
en abortos espontáneos, usualmente sin que la mujer si quiera se de cuenta de
que está embarazada. De hecho, el 20 por ciento de todos los embarazos que sí
se reconocen terminan en abortos espontáneos (no inducidos). Aquí hay una
verdad obvia que clama por reconocimiento: si Dios existe, Él es el más
prolífico abortista de todos.” [3]
Esta declaración (mas bien rabieta), de la pluma de un
ateo, es el perfecto ejemplo de como nuestros presupuestos cristianos morales y
epistemológicos quedan intactos por la simple insuficiencia presuposicional de
la parte contraria. Aunque los datos
recabados por al ateo Sam Harris pudiesen ser correctos, sus presuposiciones
para interpretarlos son erróneas y carentes de sustancia. En primer lugar, su conclusión es un
imposible moral ya que el Dios de la Biblia jamás podría ser juzgado por
demandas humanas. Como escribiría el
apóstol Pablo “mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con
Dios?” (Rom 9:20). ¿Cuál es la base
moral absoluta por medio de la cual Sam Harris podría establecer una sentencia
para condenar un acto providencial del Dios de la Biblia? ¿Cuál es el código de
ética aparentemente superior al que Dios estaría supeditado? (Él es el dueño de
la vida ¿recuerdan?). Generalmente este
tipo de intelectuales públicos apelan a un supuesto “consenso social” (mayoría)
para establecer juicios morales ya que la moralidad cambia dependiendo la época
y las circunstancias, según lo dicta su cosmovisión. De nuevo, el estándar al que apelan es
irrelevante y totalmente inefectivo para juzgar al Dios de la Biblia ya que
este “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” (Heb 13:8). Y en segundo lugar, es un imposible epistemológico
ya que Harris apela a la ciencias (estadística y biología -supuestamente) en
donde el Dios de la Biblia también es Señor, para razonar en contra de Él y
decirle que “las cuentas no cuadran.”
Acaso “el que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que
enseña al hombre la ciencia?” (Sal 94:10).
Harris emitió un cheque sin fondos suficientes para pagar la deuda de
sus palabras.
Todo cristiano evangélico debe entender que no es gracias
a las evidencias, o a las estadísticas, o a la biología, o a la mayoría, que
nos separamos de los abortistas. Lo
hacemos porque Jesucristo es vida y fuera de Él lo único que existe es la
muerte. Y aún allí, Él es el juez cósmico
y supremo que establece quiénes gozarán de vida eterna y quiénes de condenación
o muerte eterna. El cristiano evangélico
debe aprender a argumentar desde la imposibilidad de lo contrario, el
movimiento abortista puede (y debe) ser subyugado y destruido así, sin pedir
disculpas.
El llamado a la acción
Mucho hemos defendido la vida de los inocentes con
nuestros argumentos, y muchos de estos muy bien fundamentados con las Sagradas
Escrituras. Y no que la Biblia lo
necesite, ya que ella es inerrante, infalible y poderosa; pero nosotros sí lo
necesitamos, ya que nuestra fe sin obras, es muerta (Sant 2:18). La traducción de nuestra fe en obras es un
ejercicio igual de importante que la consistencia de nuestra apología. Como cristianos evangélicos debemos buscar
que nuestras obras tengan la estatura de nuestras palabras y argumentos. La destrucción de la ideología abortista
requiere de un paquete completo de acción: la defensa argumentativa, la
responsabilidad de la familia, el apoyo de la iglesia, y el castigo del
gobierno civil. Los “pañuelos verdes” en
las plazas de Latinoamérica se tiñen verdaderamente de azul al acoger a todo
aquel infante víctima de la irresponsabilidad parental, al apoyar eficazmente a
toda aquella madre soltera que pecó por tener relaciones sexuales antes del
matrimonio o por ser víctima de una violación y al aplicar el castigo certero y
severo a aquel padre irresponsable y al violador sexual (para este, sí, pena
capital).
Si con fuerza y seguridad, sin pedir disculpas, hemos argumentado destruyendo la posición abortista; entonces con mayor intensidad hemos de pedir perdón al Dios en quien decimos creer, ya que cada una de las acciones arriba descritas no han sido precisamente nuestro fuerte como pueblo cristiano evangélico. Aunque en efecto existen organizaciones e iniciativas cristianas para acoger al huérfano, es evidente que nuestro involucramiento como iglesias y familias debe ser aún mayor. El pecado sexual en nuestras familias e iglesias debe reducirse o desaparecer, debemos lidiar con ese pecado en términos bíblicos, contundentemente, sacando a luz aquello que debe ser juzgado (Prov 28:13), exactamente como lo hace la Biblia, no escondiendo los grandes pecados de los hombres de Dios. Debemos elegir y poner en puestos de autoridad a aquellas personas que tengan la valentía necesaria para respetar la ley de Dios y que íntimamente de la mano con nuestro esfuerzo evangelizador traigamos a este país a arrodillarse ante la ley de Dios. Una imposición no por la fuerza, sino por medio del poder regenerador del evangelio tanto en los ciudadanos como en sus gobernantes.
Desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento, la demanda de
acoger y proveer para el huérfano es hecha al miembro de la comunidad del
pacto.[4]
“Hubo una vez un consenso moral general que dictaba que
el aborto y el homosexualismo eran moralmente malos. Ahora el clima moral ha
cambiado. El aborto ha sido legalizado. Lo que una vez se constituía como
asesinato ahora es apreciado como lo correcto que debe ser protegido por la
ley.” [5]
Devolver el clima moral a su estado original no se logra
solamente con una buena argumentación, es indispensable un paquete completo de acción. Como lo dijo el filósofo cristiano Francis A.
Schaeffer
“si nos vamos a unir a la batalla en una manera que tenga
alguna esperanza de efectividad -con cristianos siendo verdaderamente sal y luz
en nuestra cultura y sociedad- entonces debemos batallar en todos los frentes.”
[6]
[1] Greg L. Bahnsen, Against All Oposition: Defending the
Christian Worldview (Powder Springs, GA: American Vision, 2020), 159-160.
[2] Joel McDurmon, Biblical Logic in Theory and Practice:
Refuting the Fallacies of Humanism, Darwinism, Atheism, and Just Plain
Stupidity (Powder Springs, GA: American Vision, 2009), 131.
[3] Sam Harris, Letter to a Christian Nation (New York:
Alfred A. Knopf, 2006), 38.
[4] Ex 22:22; Deut 24:17; Sal 82:3; Is 1:17; Zac 7:10;
Sant 1:27.
[5] Gary DeMar, Myth, Lies, & Half Thruths: How
Misreading the Bible Neutralizes Christians and Empowers Liberals, Secularists,
and Atheists. (Powder Springs, GA: American Vision, 2010), 57.
[6] Francis Schaeffer, A Christian Manifesto (Westchester, Illinois: Crossway Books, 1981), 53-54.
“Hubo una vez un consenso moral general que dictaba que
el aborto y el homosexualismo eran moralmente malos. Ahora el clima moral ha
cambiado. El aborto ha sido legalizado. Lo que una vez se constituía como
asesinato ahora es apreciado como lo correcto que debe ser protegido por la
ley.” [5]
Devolver el clima moral a su estado original no se logra solamente con una buena argumentación, es indispensable un paquete completo de acción. Como lo dijo el filósofo cristiano Francis A. Schaeffer